Hermetismo. El hermetismo es una tradición
filosófica y religiosa basada principalmente en textos pseudoepigráficos,
atribuidos a Hermes Trismegisto (Tres veces Grande). Esos escritos han influido
mucho en la Tradición Esotérica Occidental y fueron considerados de gran
importancia tanto durante el Renacimiento como en La Reforma. La tradición
reclama ser descendiente de una Prisca Theologia, una doctrina que afirma que
una simple y verdadera teología existe, la cual está presente en todas las
religiones y fue dada por Dios al hombre en la Antigüedad.
Muchos escritores cristianos
incluyendo a Lactancio, Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Giordano Bruno, Marsilio
Ficino, Campanela y Giovanni Pico della Mirandola consideraron a Hermes
Trismegisto un sabio profeta pagano el cual previó la llegada del Cristianismo.
El Poimandres, del cual Marsilio
Ficino formó su opinión, establece que "le llamaban trismegisto porque era
el filósofo más grande, el sacerdote más grande y el rey más grande". La Suda (siglo X) establece que: "Era
llamado Trismegisto a cuenta de su alabanza hacia la trinidad, diciendo que hay
una naturaleza divina en la trinidad".
Definición
El hermetismo filosófico se erige
sobre la base de un conjunto de escritos supuestamente aparecidos en Egipto
bajo el período de dominación romana (entre los siglos I y IV d. C.),
y puestos bajo la advocación de Hermes Trismegisto. Probablemente, el
hermetismo sea el "intento helénico" de sistematizar filosóficamente
parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura tardo-egipcia
(aunque no hay por qué descartar otras influencias "orientales", como
la israelita, por ejemplo). Asimismo, es muy probable que esta sistematización
filosófica o "culta" se llevara a cabo sobre la base de otros
escritos anteriores de ciencias ocultas (el llamado hermetismo técnico o
popular). Esta definición se ciñe a estos escritos tardo antiguos, que servirán
de base para toda la vasta producción hermética posterior.
La tradición hermética se
"fundiría" con parte del entramado neoplatónico y el cristianismo
incipiente durante la Antigüedad tardía, y con la religión católica, el cisma
luterano, y la cábala cristiana, a través de los filósofos (platónicos,
herméticos) y magos del Renacimiento y el Barroco, pero en ningún caso se
difuminaría el esqueleto de su filosofía. Asimismo, el hermetismo inspiraría,
por su potencia seductora, muchas corrientes ocultistas decimonónicas. Su
universo viviente y su exaltación del espíritu humano, servirían en el siglo
XIX tal como sirvieron en el Renacimiento: para que muchos díscolos y extraños
personajes se enfrentaran al mecanicismo, al materialismo y al racionalismo
militante impuesto desde la "pedantería académica" (aristotélica o
positivista) y la Ilustración.
Un caso aparte es la tesis (debida en
buena parte a Yates) que erige a la filosofía hermética como uno de los motores
propiciadores del advenimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII. Aunque
esta aventurada teoría ha recibido diversas críticas, su fundamento más sólido
está en la concepción de magia natural renacentista y barroca, así como en la
exaltación del hombre y su intervención en el mundo físico, que define (por
supuesto con muchos matices) la filosofía hermética.
Es muy difícil deslindar el hermetismo
filosófico (místico) del hermetismo técnico (ocultista). Sin embargo, se puede
afirmar con mucha seguridad que los filósofos herméticos estuvieron vinculados
a conceptos comunes a scientias del periodo como la astrología y sobre
todo la alquimia, y a cierta clase de magia ceremonial greco-egipcia. Aunque
por encima de todo hay que considerar al hermetismo como un constructo
filosófico (una amalgama de estoicismo, medio platonismo, neopitagorismo y algo
de aristotelismo), pero con fines "prácticos" (la meta de todo buen
hermetista es alcanzar la comunión con Dios mediante la revelación teúrgica, la
recepción del noûs divino o la palingenesia).
No se ha incidido demasiado en la
tesis de Festugière que trata de deslindar la "gnosis optimista" de
la "gnosis pesimista", en el sentido de considerar a la filosofía
hermética como una forma degenerada de filosofía mística griega. Sin embargo,
para algunos autores esta separación y esta supuesta "degeneración"
no se sostienen en los textos. Por otro lado, es evidente que los filósofos
herméticos no pretendían erigir un ensamblaje filosófico infalible,
parangonable al discurso platónico.
La ordenación aquí ofrecida de los
filósofos herméticos tardoantiguos tiene un valor eminentemente didáctico. La
finalidad de esta ordenación es facilitar la comprensión de las doctrinas
contenidas en el Corpus, el Asclepio, en los Extractos de
Estobeo y en las Definiciones Armenias. Por lo tanto, la estructura
ofrecida a continuación es, en cierto modo, subjetiva. Se han incluido aquí
aquellas cuestiones y conceptos que habría que destacar del ecléctico
constructo filosófico hermético tardoantiguo.
La tríada hermética: Dios, cosmos y hombre
Primero
Dios, segundo el cosmos, tercero el hombre (SH XI, sent. 6).
El hermetismo es completamente unitario en cuanto a la
tríada fundamental que estructura la realidad. Debemos considerar a Dios como
un cosmos inmóvil, al cielo como un cosmos móvil y el hombre como un cosmos
racional (DH I 1), capaz de elevarse hasta el creador y demiurgo. En esta
procesión hipostática el hombre es imagen del cosmos, y el cosmos es producto
de Dios, cuyo aliento (pneûma) conduce el movimiento de los astros (CH III 2) y
une a todos los seres en una cadena simpática. Sobre las otras «fuerzas» que
actúan en la creación, tales como la providencia, la necesidad, el destino y la
eternidad volveremos más adelante; baste ahora con poseer una visión clara sobre
los pilares que sustentan el engranaje de lo creado y su absoluta dependencia
(CH XVI 17: Dios-cosmos inteligible-cosmos sensible-sol-ocho
esferas-demonios-hombres). Esta dependencia, importantísima para mantener el
edificio hermético y sus “aplicaciones prácticas”, es reiterada constantemente
en los Hermetica. Las diferentes concepciones de estas hipóstasis fundamentales
y los seres intermedios (nos referimos sobre todo al sol como segundo demiurgo
entre el cosmos y el hombre) no deben confundirnos, antes bien son intentos de
conciliar nuestra tríada primera mediante entidades enlazadoras.
El hermetismo debe ser considerado como una «filosofía
plena de vida»: el universo hermético está vivo, y sus entidades regidoras
actúan eternamente. La muerte y el vacío no tienen cabida en el hermetismo.
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