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sábado, 17 de octubre de 2015

Hermetismo



Hermetismo. El hermetismo es una tradición filosófica y religiosa basada principalmente en textos pseudoepigráficos, atribuidos a Hermes Trismegisto (Tres veces Grande). Esos escritos han influido mucho en la Tradición Esotérica Occidental y fueron considerados de gran importancia tanto durante el Renacimiento como en La Reforma. La tradición reclama ser descendiente de una Prisca Theologia, una doctrina que afirma que una simple y verdadera teología existe, la cual está presente en todas las religiones y fue dada por Dios al hombre en la Antigüedad.
Muchos escritores cristianos incluyendo a Lactancio, Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Giordano Bruno, Marsilio Ficino, Campanela y Giovanni Pico della Mirandola consideraron a Hermes Trismegisto un sabio profeta pagano el cual previó la llegada del Cristianismo.
El Poimandres, del cual Marsilio Ficino formó su opinión, establece que "le llamaban trismegisto porque era el filósofo más grande, el sacerdote más grande y el rey más grande". La Suda (siglo X) establece que: "Era llamado Trismegisto a cuenta de su alabanza hacia la trinidad, diciendo que hay una naturaleza divina en la trinidad".
Definición
El hermetismo filosófico se erige sobre la base de un conjunto de escritos supuestamente aparecidos en Egipto bajo el período de dominación romana (entre los siglos I y IV d. C.), y puestos bajo la advocación de Hermes Trismegisto. Probablemente, el hermetismo sea el "intento helénico" de sistematizar filosóficamente parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura tardo-egipcia (aunque no hay por qué descartar otras influencias "orientales", como la israelita, por ejemplo). Asimismo, es muy probable que esta sistematización filosófica o "culta" se llevara a cabo sobre la base de otros escritos anteriores de ciencias ocultas (el llamado hermetismo técnico o popular). Esta definición se ciñe a estos escritos tardo antiguos, que servirán de base para toda la vasta producción hermética posterior.
La tradición hermética se "fundiría" con parte del entramado neoplatónico y el cristianismo incipiente durante la Antigüedad tardía, y con la religión católica, el cisma luterano, y la cábala cristiana, a través de los filósofos (platónicos, herméticos) y magos del Renacimiento y el Barroco, pero en ningún caso se difuminaría el esqueleto de su filosofía. Asimismo, el hermetismo inspiraría, por su potencia seductora, muchas corrientes ocultistas decimonónicas. Su universo viviente y su exaltación del espíritu humano, servirían en el siglo XIX tal como sirvieron en el Renacimiento: para que muchos díscolos y extraños personajes se enfrentaran al mecanicismo, al materialismo y al racionalismo militante impuesto desde la "pedantería académica" (aristotélica o positivista) y la Ilustración.
Un caso aparte es la tesis (debida en buena parte a Yates) que erige a la filosofía hermética como uno de los motores propiciadores del advenimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII. Aunque esta aventurada teoría ha recibido diversas críticas, su fundamento más sólido está en la concepción de magia natural renacentista y barroca, así como en la exaltación del hombre y su intervención en el mundo físico, que define (por supuesto con muchos matices) la filosofía hermética.
Es muy difícil deslindar el hermetismo filosófico (místico) del hermetismo técnico (ocultista). Sin embargo, se puede afirmar con mucha seguridad que los filósofos herméticos estuvieron vinculados a conceptos comunes a scientias del periodo como la astrología y sobre todo la alquimia, y a cierta clase de magia ceremonial greco-egipcia. Aunque por encima de todo hay que considerar al hermetismo como un constructo filosófico (una amalgama de estoicismo, medio platonismo, neopitagorismo y algo de aristotelismo), pero con fines "prácticos" (la meta de todo buen hermetista es alcanzar la comunión con Dios mediante la revelación teúrgica, la recepción del noûs divino o la palingenesia).
No se ha incidido demasiado en la tesis de Festugière que trata de deslindar la "gnosis optimista" de la "gnosis pesimista", en el sentido de considerar a la filosofía hermética como una forma degenerada de filosofía mística griega. Sin embargo, para algunos autores esta separación y esta supuesta "degeneración" no se sostienen en los textos. Por otro lado, es evidente que los filósofos herméticos no pretendían erigir un ensamblaje filosófico infalible, parangonable al discurso platónico.
La ordenación aquí ofrecida de los filósofos herméticos tardoantiguos tiene un valor eminentemente didáctico. La finalidad de esta ordenación es facilitar la comprensión de las doctrinas contenidas en el Corpus, el Asclepio, en los Extractos de Estobeo y en las Definiciones Armenias. Por lo tanto, la estructura ofrecida a continuación es, en cierto modo, subjetiva. Se han incluido aquí aquellas cuestiones y conceptos que habría que destacar del ecléctico constructo filosófico hermético tardoantiguo.
La tríada hermética: Dios, cosmos y hombre
Primero Dios, segundo el cosmos, tercero el hombre (SH XI, sent. 6).
El hermetismo es completamente unitario en cuanto a la tríada fundamental que estructura la realidad. Debemos considerar a Dios como un cosmos inmóvil, al cielo como un cosmos móvil y el hombre como un cosmos racional (DH I 1), capaz de elevarse hasta el creador y demiurgo. En esta procesión hipostática el hombre es imagen del cosmos, y el cosmos es producto de Dios, cuyo aliento (pneûma) conduce el movimiento de los astros (CH III 2) y une a todos los seres en una cadena simpática. Sobre las otras «fuerzas» que actúan en la creación, tales como la providencia, la necesidad, el destino y la eternidad volveremos más adelante; baste ahora con poseer una visión clara sobre los pilares que sustentan el engranaje de lo creado y su absoluta dependencia (CH XVI 17: Dios-cosmos inteligible-cosmos sensible-sol-ocho esferas-demonios-hombres). Esta dependencia, importantísima para mantener el edificio hermético y sus “aplicaciones prácticas”, es reiterada constantemente en los Hermetica. Las diferentes concepciones de estas hipóstasis fundamentales y los seres intermedios (nos referimos sobre todo al sol como segundo demiurgo entre el cosmos y el hombre) no deben confundirnos, antes bien son intentos de conciliar nuestra tríada primera mediante entidades enlazadoras.
El hermetismo debe ser considerado como una «filosofía plena de vida»: el universo hermético está vivo, y sus entidades regidoras actúan eternamente. La muerte y el vacío no tienen cabida en el hermetismo.

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