Hermenéutica bíblica. El origen de los estudios hermenéuticos
se encuentra realmente en la teología cristiana, donde la hermenéutica tiene
por objeto fijar los principios y normas que han de aplicarse en la
interpretación de los libros sagrados de la Biblia, que, como revelados por Dios
pero compuestos por hombres, poseían dos significados distintos: el literal y
el espiritual, este último dividido en tres: el anagógico, el alegórico y el
moral:
- El sentido literal es el significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la exégesis filológica que sigue las reglas de la justa interpretación. Según Tomás de Aquino, en Summa Theologiae I, q. 1, a. 10, ad 1:
Et ita etiam nulla confusio sequitur in sacra Scriptura, cum omnes sensus
fundentur super unum, scilicet litteralem.
Y de este modo no existe confusión en las Escrituras, puesto que todos los
sentidos se fundamentan en uno, el literal.
- El sentido espiritual, infuso por Dios en el hombre según la creencia cristiana, da un sentido religioso suplementario a los signos, dividido en tres tipos diferentes:
- El sentido alegórico, por el que es posible a los cristianos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; de esa manera el paso del mar Rojo simboliza la victoria de Cristo y el bautismo. (véase 1 Co 10:2).
- El sentido moral, por el cual los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducir a un obrar justo; su fin es la instrucción (1 Co 10, 11; véase Epístola a los hebreos 3-4,11).
- El sentido anagógico (o sentido místico) por el cual los santos pueden ver realidades y acontecimientos de una significación eterna, que conduce (en griego anagogue) a los cristianos hacia la patria celestial. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste. (véase Apocalipsis 21,1-22,5)
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